En la década de los 90, específicamente en el año de 1995 el Dr. en psicología Daniel Goleman revoluciono las bases de lo que antes era comúnmente conocido como la inteligencia intelectual, la cual era medida entre los individuos a partir de su coeficiente intelectual o grado de inteligencia por conocimientos adquiridos de manera académica. Goleman en su famoso libro se pregunta porque hay individuos que triunfaron en la vida sin contar con lo que muchos llaman «inteligencia», sobre otros que se destacaron con excelentes reconocimientos académicos.
Esto dio pie a lo que ahora se reconoce como la «inteligencia emocional» y que en su definición más simple es la capacidad para reconocer tanto sentimientos propios como ajenos, y la habilidad para manejarlos. Y como el ser humano es más un ser emocional que racional, de ahí que este tema este tomando una gran relevancia en el estudio de las complejas relaciones humanas y de que manera afectan nuestra vida diaria.
Y ya que ninguno de nosotros guarda solamente recuerdos en la memoria sin un grado de emociones ligadas a este, se hace fundamental el saber reconocer estos sentimientos y saberlos manejar, para así poder interconectarnos con otras personas y lograr una armonía en las relaciones tanto que empezamos como las que se tengan actualmente.
Empezamos a movernos en nuestras emociones desde que nacemos, y al no saberlas manejar adecuadamente, van dejando en nosotros al ir creciendo, profundas huellas, ya que estamos inmersos en sentimientos muy intensos que no podemos explicar a falta de un vocabulario, provocando que al llegar a ser adultos no comprendamos el porque experimentamos sin motivo aparente, estallidos emocionales.
De ahí el importante papel de la inteligencia emocional, porque ayuda a quien sabe manejarla, dándole el poder de pensar con más claridad y tomar decisiones más sensatas en momentos de mucha presión, ya que sabiendo controlar nuestras emociones podemos reaccionar de una manera más «racional» a que si nos dejáramos llevar solo por los impulsos. También nos concede la capacidad de poder automotivarnos, perseverar a pesar de los obstáculos, evitar que la angustia interfiera en nuestras reacciones racionales y el poder empatizar y confiar en otros.
Y así como es esencial el trabajar el área de nuestras emociones es igual de prioritario el también dárselo a nuestro lado espiritual, el cual nos concede la capacidad de encontrarle un sentido profundo a nuestra existencia. Y es que cuando nos preguntamos si nuestra vida tiene algún sentido, reflexionamos sobre lo que en verdad tiene un valor en el fluir de nuestras vidas, cuando meditamos en la calidad de las relaciones que tenemos, cuando aprendemos a valorar retrospectivamente lo vivido o cuando meditamos acerca de los sueños que aspiramos a que se conviertan en realidad, es que nuestra inteligencia espiritual esta en plena acción.
Es sabido que el bienestar integral de todo individuo requiere de un equilibrio inteligente entre lo emocional y lo racional, entre lo corporal y lo espiritual; exige también el cultivo de la inteligencia emocional, una óptima calidad de relaciones y el conocimiento de uno mismo, pero aunque pareciera completo es indispensable el ejercicio de nuestra inteligencia espiritual, la cual nos lleva a tomar plena conciencia desde el simple hecho de estar vivo hasta cual es nuestro destino mientras estamos en este camino llamado vida.
Y cómo este tema es en verdad interesante y de muchos matices será en nuestro siguiente post donde explicaremos a fondo como funciona nuestra inteligencia espiritual y de que manera le podemos sacar provecho para así lograr el equilibrio completo de nuestro ser.
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